El 4 de mayo de 1954, en la ciudad de Buenos Aires, nacía Lidia Inés Amigo Leston. Más conocida como Inés. En Buenos Aires transcurrió su infancia y adolescencia: estudió en la Escuela Normal N° 1 de Profesoras de la Capital Federal, obteniendo el título de Bachiller. Su confidente era su hermana Silvia, apenas dieciséis meses menor. A las dos les gustaba la música.
En 1972, Inés se mudó a La Plata para iniciar sus estudios en la Facultad de Arquitectura y urbanismo. Mientras cursaba la carrera, conoció a quien sería su novio, Oscar Ragni. Ambos compartían la militancia en el Centro de Estudiantes de la facultad y la Juventud Universitaria Peronista.
En la universidad, Inés llegó a cursar cuarto año. La mañana del 21 de diciembre de 1976, caminaba por el predio de la Facultad para entrar a rendir un examen cuando, a la vista de otros estudiantes, fue secuestrada. Tenía 22 años. Al día siguiente, su novio Oscar, fue secuestrado en Neuquén.
Tras el secuestro de Inés, su padre, Alberto Amigo, que había sido Subsecretario de Agricultura antes del golpe de estado, le pidió ayuda al subsecretario en funciones, Jorge Zorreguieta. Pero no hubo ayuda alguna. Zorreguieta debió declarar en el año 2001 en el marco de los Juicios por la Verdad y de este modo el caso tomó cierta trascendencia mediática, pues Zorreguieta debió ausentarse de la boda de su hija Máxima. Sin embargo, en su testimonio volvió a desvincularse, aduciendo que el padre de Lidia sólo le había informado del secuestro de su hija, pero no pedido que hiciera gestiones por la joven .
Según supo su hermana, Inés habría estado secuestrada en el Centro Clandestino de detención La Cacha.
A fines del 2009, su cuerpo fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una tumba colectiva de NN del Cementerio de Avellaneda. El 21 de Septiembre del 2010, en una ceremonia realizada en el patio de la Facultad de Arquitectura donde se encuentra el Monumento a la Memoria, se rindió homenaje a Inés. En el medio del monumento, hay un tilo: allí enterraron sus cenizas.
Así lo explicaron las emocionantes palabras de su madre Matilde: “Su nombre está grabado en este monumento, pero estoy segura que ella querría estar más presente aun, más real que sólo con su nombre. Por eso, realizado el acto de la bendición de sus cenizas deseo cumplir con lo que creo que ella deseaba, volver a este lugar. Nada mejor entonces que su esencia se transforme en nutriente junto a la raíces de este árbol emblemático; aquí, en este monumento que para mí es de memoria y encuentro”.